Mi cuerpo cambió

Como a muchas personas les ocurrió, durante estos dos años de pandemia mi cuerpo cambió.
Su forma, tamaño, funcionamiento, flexibilidad, ¡hasta los rizos me han cambiado!…todo cambió.
2021 fue el año donde me enfrenté a esos cambios. Lo que en un inicio me desconcertó, después me preocupó, y por último, me enterneció.
Entendí las muchas formas en que mi cuerpo tuvo que hacer frente al estrés no solo de la pandemia, sino de cambios en mi vida. Aprendí las maneras en que el duelo tiene un impacto directo, fisiológico, en el apetito, la insulina y la digestión. Noté que mi espalda me invitó a soltar responsabilidades que no me tocan y a ser más flexible conmigo. Mi útero me avisó que otra etapa de mi vida inicia.
Ninguno de los cambios me gustaron. Cambiar siempre es incómodo. Sobre todo cuando vienen tantos cambios de sopetón. Ir al médico (o más bien, múltiples médicos), tomar decisiones, cambiar hábitos, tomar tratamientos, todo asusta y genera gastos. Algunos cambios fueron dolorosos, otros me llevaron a la sala de cirugía, pero todos me han conducido a un nuevo despertar.
Hay muchos eventos en la vida que nos invitan a ver, a sentir, a pensar diferente. A soltar y avanzar. A cerrar y abrir. Mi cuerpo es mi guía en este momento de transición. Gracias a todos mis síntomas volteé a verlo, a verme, y he descubierto cosas fascinantes. Estoy conociendo a mi cuerpo de hoy, soltando al cuerpo que fue y sin expectativas del cuerpo en que se está convirtiendo. Y también mi cuerpo me ha llevado a entender mucho sobre mis emociones y procesos internos.
Arranca el 2022 y mi cuerpo sigue cambiando, pero ya no me asusta. Ahora entiendo que está acomodándose a una nueva etapa. Hago lo que me toca: escucharlo y cuidarlo. Y siento que está llegando a un nuevo equilibrio. Diferente al del pasado. Lo dejo ser. Soy testigo de sus procesos. Y lo acepto. Acepto al cuerpo que cambia.
Querido cuerpo:
Te escucho y siento.
Noto que has cambiado.
Yo también he cambiado.
Nuestra vida ha cambiado.
Mi compromiso es escucharte y cuidarte lo mejor que pueda
con el entendimiento y los recursos que hoy tengo.
Respeto tus procesos.
Acepto cómo eres.
No todo me gusta, y eso está bien.
No todo lo entiendo, y eso también está bien.
Suelto las expectativas y me concentro en reconocerte cada día.
Confío en que encontraremos nuestro nuevo equilibrio.
Y que éste, puede verse y sentirse diferente al pasado.
Me abro a cultivar una nueva relación
desde lo que somos y necesitamos hoy.
¿Tu cuerpo ha cambiado?
¿Cómo te sientes con ello?
Me interesa leerte, déjame un comentario.
Ana es psicóloga y directora de Psicoalimentación®