Mi relación con la nutrición

Decidí estudiar nutrición cuando tenía 14 años, siempre supe que quería una carrera relacionada con la salud y a esa edad tuve mi primer encuentro con una nutrióloga, ahí supe que esa carrera era perfecta para mí, una carrera súper bonita en la cual ayudabas a las personas a través de la alimentación y con base en lo que yo había vivido me enamoré. Ahí fue mi primer encuentro con la carrera y fue el momento en el que tomé la decisión.
Quiero contarte un poco más de mí, el antes, durante y después de la carrera, ya que realmente esa experiencia es parte de mi elección.
Como explicaba antes, mi primer dieta la hice a los 14 años, fue una dieta para perder peso porque quería verme más delgada en mi cumpleaños número 15 y sentirme la quinceañera más linda del mundo. Desde que era chica tenía el complejo de “estar gorda”, no sé la edad exacta ni la situación en específico donde iniciaron estos pensamientos, pero puedo imaginar que fue cerca de los 5 años y también pienso en algunas de las situaciones que pudieron ser las detonantes. Uno de mis detonantes es que mis hermanas son de complexión delgada y mi complexión es más grande, me sentía muy diferente y fuera de lugar. Otro evento que me viene a la mente es la academia de ballet a la que iba, en esta nos repetían constantemente que cuidáramos lo que comíamos si no queríamos llegar a tener un “cuerpo de hamburguesa”.
Yo no era consciente de que todos estos antecedentes influían en mi decisión de esta carrera, hoy lo puedo ver.
Mi primer enfrentamiento con mi cuerpo y estilo de vida durante la carrera fue alrededor de tercer semestre, fue en el momento que iniciamos la materia de antropometría, es esa materia dónde te enseñan a hacer todas las mediciones de estatura, peso, pliegues circunferencias, porcentajes de grasa y músculo. Me comenzó a preocupar mi peso, ya que no solo cada clase me volvían a medir con el fin de seguir practicando y afinando la técnica, sino que también teníamos que utilizar poca ropa o ajustada algo que me llevaba a sentir vergüenza de mis rollitos y no podía evitar compararme con mis compañeras. Así que decidí acudir con una nutrióloga y logré bajar de peso, pero no lo mantuve por mucho tiempo.
Al año de esto, en quinto semestre, decidí volverme a poner a dieta, en esta ocasión yo fui mi propia nutrióloga; volví a bajar de peso, estaba feliz con mi cuerpo, con mi estilo de vida, mi condición física, todo era “perfecto” incluso me sentía tan segura y orgullosa que iba a pesarme en la báscula de mi escuela junto a todas mis amigas y sentirme orgullosa de los resultados. Todo iba bien hasta que un día recibí un comentario de una persona muy importante para mi que me derrumbó completamente esta idea de estarlo logrando: “Ale te ves bien, pero yo creo que todavía podrías verte mejor, todavía tienes pancita”. Para mí en ese momento todo se vino abajo, “¿Qué clase de nutrióloga era?” “¿Qué imagen daba?” “¿Mi cuerpo jamás llegaría a la perfección?” ”Jamás será suficiente”. Todos mis buenos hábitos se esfumaron, comencé a comer cuanta cosa estuviera enfrente y si no había, la conseguía, ahí comencé a incrementar mi peso nuevamente.
Para el último semestre de la carrera (octavo), moría por ponerme a dieta, todas en mi salón lo estaban, solo yo y unas cuantas amigas éramos las “rebeldes” que no lo hacían e incluso teníamos “sobrepeso”. Pero mi estado emocional no me lo permitía, estaba pasando por muchas cosas en varias áreas de mi vida que por más que intentaba estar a dieta, la rompía y lo peor no podía con esa culpa. Por esa época volví a recibir unos comentarios que continuaron con esta destrucción de mi autoconcepto: “Ale una nutrióloga no puede estar gorda, al menos yo no iría con una nutrióloga que esta panzona, deberías de hacer algo” “Ale deberías cuidarte estás subiendo de peso y una nutrióloga es un ejemplo.” Estaba en un momento que no podía con la presión de mi alrededor, los comentarios que recibía, más los comentarios que escuchaba de mis compañeras de las mil y un dietas que hacían y de las opiniones acerca de sus cuerpos. Mi necesidad de tener una figura “perfecta”, de comer solo lo sano, de hacer mucho ejercicio era tormentosa; pero era tanta la presión que sólo la liberaba comiendo las golosinas que me gustaban o tomando mi coca de dieta que se había convertido en mi todo.
Para cuando salí de la carrera me sentía un fracaso total, estaba “gorda” estaba en el peso más alto de mi vida y por más que intentaba no lo lograba bajar, sólo veía cómo la báscula seguía subiendo y subiendo, mi autoestima bajando, la presión social aumentando, cada que veía a alguna amiga de la carrera sólo se hablaba de lo gordas que estábamos y lo urgente que necesitábamos una dieta o lo buena que le había resultado la dieta a la que había bajado. Si iba con algún ser querido eran las miles de preguntas de: “¿Te vas a comer eso?” “¿Así de poco?” “¿Así de mucho?” “¿Esto lo puedes comer?”, y por último, comenzaba el auge de las redes sociales que sólo encontraba imágenes de estos cuerpos perfectos que yo jamás podría alcanzar, incluso las famosas fotos de “antes y después”. Todo era demasiado, no encontraba un sólo lugar en donde no estuviera bombardeada, era agotador y desgastante. Mi cuerpo era mi peor enemigo e iba conmigo a todos lados, no solo era un fracaso para la dieta, era un fracaso en mi carrera.
Yo he pasado de, castigarme con ayunos prolongados, hacer múltiples dietas, desde las que aprendí en la escuela hasta las milagrosas, he estado semanas a base de sopa de verduras, un mes con puros jugos “detox”, atracones de todo lo que se me antoja hasta que mi cuerpo se siente tan mal que solo necesitas vomitar, castigarme con horas de ejercicio, me lastime la rodilla llevándome a límites que mi cuerpo ya no podía, he tomado pastillas “naturales” que lo único que me hicieron fue detonar una diarrea terrible; y todas estas cosas que le hice a mi cuerpo siempre en la mente “esta vez es la última”, pero siempre había otra vez.
En ninguno de esos momentos llegué a pensar que mi cuerpo no era el problema sino el enfoque peso céntrico y la cultura de las dietas, dejé de ver lo bella que era la nutrición y solo me enfoque en la restricción, incluso dejando a un lado la salud para simplemente encajar en el estándar “adecuado”.
Hoy después de un proceso personal y de cambio de paradigma tengo una relación con mi cuerpo única, de amor y respeto, hoy mi centro es mi salud y mi autocuidado, no mi tamaño ni mi peso. Hoy disfruto mi carrera y me llena de alegría poder acompañar a personas a reencontrarse con su cuerpo y a resignificar su nutrición.
La nutrición es una ciencia con muchas herramientas para nutrirte y cuidar de ti, es una bella forma de buscar salud y apapacharte.
Te invito a transformar tu relación con tu cuerpo y con la comida.
¿Qué significa para ti hoy nutrición?¿Qué relación quieres con tu nutrición?
Alejandra es nutrióloga y psicoterapueta Gestalt
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